miércoles, 13 de julio de 2011

ANÁLISIS FILOSÓFICO: "CRÍTICA A LA RAZÓN PURA Y LAS DEMÁS CRÍTICAS DE KANT" - INMANUEL KANT - Lic. Manuel Calle R.

Cuando estudiaba Filosofía en la Universidad, siempre me ha gustado el pensamiento de los filósofos, pero entre los "modernos" había uno en la cual se me hacía difícil su comprensión, ese tipo de pensamiento bizarro y ultramoralista que revolucinó el pensamiento de su tiempo y el nuestro; entonces, decidí estudiarlo más. Les presento a LA CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA, en su máxima expresión, tal como lo habrá querido su autor: Kant.

¿Es la razón capaz de llegar a conocer alguna cosa con certeza?. Este es el significado del título de una de las obras más revolucionarias del pensamiento occidental.

En esta obra pretende Kant ver las condiciones de posibilidad y los límites del conocimiento de la naturaleza, del universo y de la filosofía primera o metafísica; por esto el juicio, el tribunal, la crítica se refiere a la razón pura, que significa antes de cualquier conocimiento, es decir, a priori y, por tanto trascendental; esta cualidad de trascendental tiene dos significados complementarios: relativo a la especie humana y posibilitante del conocimiento; así que Kant estudia a la razón humana pura, desnuda y trascendental, la razón de toda la especie humana; en este sentido afirma en el Prefacio de la Primera edición de la Critica de la razón pura:

“No entiendo por esto una crítica de libros y de sistemas, sino la de la propia facultad de la razón en general, considerada en todos los conocimientos que puede alcanzar”.

Se trata de mostrar la validez y universalidad del conocimiento científico y filosófico. Kant pretende fundamentar toda ciencia futura tomando como ejemplo, una teoría tan completa e importante como la física de Newton. Quiere superar el dogmatismo de la metafísica racionalista - es decir, su ilusoria confianza en la razón y en las ideas innatas - y el escepticismo de la corriente empirista.

Para que el conocimiento científico sea posible y no ilusorio, es necesaria una síntesis o unión de algo que nos viene dado, la materia, y de algo que ponemos nosotros en cuanto que somos sujetos de conocimiento, la forma. Lo que nos viene dado es la experiencia, la sensación o intuición sensible; lo que nosotros ponemos es nuestra estructura a priori. Las sensaciones sin una estructura son ciegas, desordenadas, sin sentido: luces, colores, sonidos, olores etc.; las formas de nuestra mente sin las sensaciones son vacías, conceptos ilusorios, puras imaginaciones. En el primer capítulo de la Introducción a la Crítica de la razón pura afirma:

“No se puede dudar que todos nuestros conocimientos comienzan con la experiencia, porque, en efecto, ¿cómo habría de ejercitarse la facultad de conocer, si no fuera por los objetos que, excitando nuestros sentidos producen representaciones e impulsan a nuestra inteligencia a compararlas entre sí uniéndolas o separándolas, y de esta suerte componer la materia informe de las impresiones sensibles para formar ese conocimiento de las cosas que llamamos experiencia? En el tiempo ninguno de nuestros conocimientos precede a la experiencia, y todos comienzan con ella. Pero si es verdad que todos nuestros conocimientos comienzan con la experiencia, todos, sin embargo, no proceden de ella, pues bien podría suceder que nuestro conocimiento empírico fuera una composición de lo que recibimos por las impresiones y de lo que aplicamos por nuestra propia facultad de conocer”.

Esta afirmación de que el conocimiento es una síntesis a priori inicia una nueva visión del conocimiento teórico que se llama idealismo trascendental o filosofía crítica.

En otras palabras, Kant intenta ver cuales son los juicios realmente válidos para la ciencia. Ya Santo Tomás de Aquino, la filosofía racionalista de Leibniz, y el empirismo de Locke y Hume, habían hablado de dos tipos de juicios, analíticos y sintéticos. Kant añade un tercer tipo, los juicios sintéticos a priori.

Los juicios analíticos son aquellos en los que el predicado está incluido en la noción de sujeto, como por ejemplo: “Cuadrilátero es un polígono de cuatro lados”. Estos juicios son evidentes, verdaderos y necesarios, son puras identidades o tautologías, su conocimiento es a priori, no necesitamos los sentidos para comprender su verdad. Los juicios sintéticos son aquellos en los que el predicado añade una o varias cualidades a la noción del sujeto, como por ejemplo: “El hierro se dilata con el calor”, “La mesa es verde”. Estos juicios no son evidentes, necesitan el recurso a la experiencia, a la observación o a la experimentación para comprender su verdad, son a posteriori, y hacen progresar el conocimiento.

La ciencia necesita según Kant una mezcla de ambos, es decir la ciencia sólo será un saber universal y necesario si está construida por juicios sintéticos a priori, que amplíen el conocimiento y estén revestidos de universalidad y necesidad.

Todas las ciencias teóricas de la razón deben estar constituidas por juicios sintéticos a priori. En las matemáticas los juicios son a priori pero no analíticos; por ejemplo - prosigue - la suma de siete más cinco igual a doce (7 + 5 = 12). En el doce está la unión o síntesis, pero esta unión no necesita la experiencia, es a priori. Igual sucede en geometría cuando afirmamos que la línea recta entre dos puntos es la más corta; el concepto de más corta es completamente añadido al de línea. En la física sucede lo mismo; cuando afirmamos que en todos los cambios de los cuerpos, la cantidad de materia que permanece es la misma, o en toda comunicación de movimiento la acción y reacción deben ser siempre iguales. Ambas afirmaciones son necesarias, a priori, y a la vez sintéticas, porque en el concepto de materia no está su persistencia sino su extensión. También debería haber conocimiento sintético a priori en la Metafísica, ya que no pretende sólo pensar las sustancias en la mente, sino conocerlas realmente. La tarea realmente importante de la teoría del conocimiento es mostrar la elaboración de estos juicios en nuestra mente.

Una vez dicho esto, Kant pasa a analizar en detalle cómo se producen los juicios sintéticos a priori en la Razón humana. Este análisis tiene tres partes: Estética, Analítica y Dialéctica trascendental. La Estética estudia la Sensibilidad, facultad del conocimiento sensible. La Analítica, el Entendimiento, facultad de juzgar. La Dialéctica, la Razón, facultad de razon.

La Estética trascendental.

En la Sensibilidad, los juicios sintéticos a priori se forman con la unión de las sensaciones, a las que llama intuiciones sensibles, con las formas a priori que son el espacio y el tiempo, dando lugar al fenómeno. De manera que el espacio y el tiempo, no son conceptos o realidades objetivas, sino formas o estructuras a priori de nuestra sensibilidad; y el fenómeno -que etimológicamente significa lo que se muestra o aparece- es en realidad en un cincuenta por ciento por lo menos, construido por nosotros. El espacio es la forma a priori de la sensibilidad externa que posibilita los juicios sintéticos a priori de la Geometría. El tiempo -forma a priori de la sensibilidad interna- posibilita los juicios sintéticos a priori de la Aritmética. Las impresiones sensibles son caóticas, pero se estructuran en el espacio y en el tiempo, formas a priori innatas e iguales para toda la especie. Un ejemplo aclaratorio es el siguiente: cuando nos asomamos a una ventana de nuestra ciudad, vemos las casas lejanas más pequeñas y las próximas mayores, cuando en realidad pueden tener el mismo tamaño; el espacio, la perspectiva, la ponemos nosotros, los seres humanos.

Analítica trascendental

El Entendimiento, nuestra capacidad de juicio, recoge los fenómenos organizados espacio – temporalmente por la sensibilidad y los estructura, archivándolos en nuestros conceptos puros o categorías, que son según la metáfora de las computadoras, las carpetas del disco duro de nuestro ordenador, que es el entendimiento o inteligencia. Estos archivos, o categorías, los deduce Kant a partir de los distintos modos de juzgar, según el siguiente esquema:

Las categorías son las formas a priori, conceptos puros del entendimiento, vacíos, que construyen los juicios sintéticos a priori en la física, y su resultado es el objeto de conocimiento. Si afirmo, por ejemplo, que una casa está construida de ladrillos, estoy formando un juicio asertórico y aplicando la categoría de existencia; o si digo que un fenómeno A es causa de B, en realidad estoy aplicando la categoría de causa / efecto. La necesidad y universalidad de la física y de las ciencias de la naturaleza en general tiene su fundamento en nuestro entendimiento, en las categorías. La objetividad de la ciencia física, depende no del objeto exterior, sino de nuestro entendimiento y del uso adecuado de las categorías, que organizan una materia de conocimiento, que son los fenómenos de la sensibilidad.

La Analítica finaliza negando la posibilidad de conocer realmente objetos, cosas en sí, de las que no tenemos ningún fenómeno proveniente de la sensibilidad; conceptos de cualidades como la bondad, el alma o el mismo Dios. A estos conceptos o ideas, de las que no tenemos ninguna sensación o fenómeno, los llama noúmenos. Estos noúmenos quedan más allá de nuestra capacidad de conocer científicamente. La conclusión que de aquí se deriva, es que nuestro entendimiento es problemático, quiere conocer más allá de sus propios límites; se vislumbra la imposibilidad de una ciencia absoluta como la Metafísica que pretende una verdad sobre las cosas como son en sí mismas. En palabras de Kant:

“El concepto de noumeno, esto es, de una cosa que no se pretende pensar como objeto de los sentidos, sino como cosa en sí, no es contradictorio…, pero en definitiva no se alcanza a comprender la posibilidad de esos noumenos; y lo que se extiende fuera de la esfera de los fenómenos es vacío…, por tanto el noumeno es un concepto – límite para poner coto a la pretensión de la sensibilidad, y, en consecuencia, es de uso sólo negativo”.

Dialéctica trascendental

La Razón: nuestra capacidad de demostración y argumentación, tiene también una estructura a priori, una forma. Nuestra razón tiene tres ideas, en el sentido platónico de ideales o modelos perfectos. Estos ideales o metas de la razón son: el alma, el mundo y Dios, que corresponden con las tres sustancias de la metafísica racionalista. Kant se pregunta si son posibles los juicios sintéticos a priori en la Metafísica; es decir si la razón humana además de tener un uso exclusivamente lógico, la capacidad para extraer conclusiones -por ejemplo si todos los hombres son mortales, y Juan es hombre, la conclusión es que también es mortal- puede llegar además a conocer con necesidad y universalidad esas tres ideas. Si la razón humana es una fuente de conocimiento universal y necesario, como lo son la sensibilidad y el entendimiento. En la Metafísica sin embargo no son posibles los juicios sintéticos a priori; estas ideas son sólo ilusiones trascendentales, deseos, pues les falta la materia del conocimiento: el alma, el mundo y Dios no tienen un fenómeno en la experiencia, no pueden observarse ni experimentarse. Pueden pensarse, ya que no incurren en contradicción, pero no pueden ser objeto de ciencia necesaria y universal.

Kant en esta tercera parte de la Crítica de la razón pura, representa un agnosticismo radical. No niega la existencia posible de estas tres ideas, pero si niega su conocimiento racional. Cuando la razón intenta demostrar la existencia del alma, del mundo o de Dios incurre en contradicciones, se vuelve dialéctica, construye paralogismos, antinomias o falsas demostraciones como los argumentos ontológicos o cosmológicos sobre la existencia de Dios.

La Dialéctica trascendental es una discusión, un diálogo de la razón consigo misma, un enfrentamiento de tesis y antítesis.

El veredicto final es que nuestras facultades cognoscitivas, pueden conocer con universalidad y necesidad, pueden construir auténtica ciencia, en el campo de las matemáticas y de la física o ciencias de la naturaleza, no pueden sin embargo construir una metafísica como ciencia.



Crítica de la razón práctica y Fundamentación de la metafísica de las costumbres

En estas dos obras trata Kant del uso práctico de la razón, con el objetivo de fundamentar racionalmente la ética, y alcanzar una ley moral universal. La razón práctica es la racionalidad humana orientada, no a la especulación teórica, sino a la acción, a la conducta. La razón práctica es la voluntad. El carácter humano no se agota en la actividad del conocimiento o de la ciencia; el hombre, vive, trabaja, produce, tiene una actividad técnica, artística, social, política, religiosa. El campo de la actividad humana es enorme, y aquí la razón práctica es la guía, la luz que ilumina la vida individual y social. Las ideas de la razón son modelos, reglas que estructuran la conducta. El ser humano debe tener una conducta racional y no meramente instintiva.

Kant parte del hecho del orden moral, de la conciencia moral; es decir, toda persona se plantea el problema de lo que debe o no debe hacer. La conciencia moral es un hecho; nuestros actos se califican como buenos o malos, morales o inmorales de acuerdo con el deber que impone la conciencia. Sin embargo, la conciencia y el sentido del deber está influido por la educación, la sociedad, la cultura, la historia, etc. Kant se aparta del relativismo moral y de la moral de situación, o del utilitarismo, para buscar en la razón humana, una norma moral fundamental, universal, autónoma, que no esté sometida a variaciones, ni a ninguna autoridad que no sea la propia razón. Sólo una norma de la razón trascendental a priori, puede garantizar la universalidad y necesidad moral.

En la razón encontramos normas hipotéticas, por ejemplo: “si quieres triunfar, trabaja duramente”. Estas normas o imperativos, señalan el medio para conseguir el fin, como una meta, un bien.

Sin embargo, estos imperativos no son leyes morales en un sentido estricto. Sólo son leyes morales los imperativos categóricos, es decir aquellos que imponen una norma u obligación moral de modo absoluto, sin condición alguna.

En la Fundamentación de la metafísica de las costumbres afirma la necesidad de establecer un único imperativo categórico o ley de la voluntad:

“El imperativo categórico es, pues, único, y es como sigue: Actúa sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal”. La ley moral puede universalizarse sin que se contradiga a sí misma.

Otra formulación interesante del imperativo categórico que ha tenido gran influencia posteriormente es: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin y nunca como medio”. Sin dar un mandato concreto, material; Kant señala el camino para saber si cualquier acción está o no de acuerdo con la ley moral; si elevándola a norma de conducta para todos los hombres, se destruye a sí misma, entonces no está de acuerdo con la ley moral, si no se destruye, es correcta. Con esta consideración Kant establece una tercera formulación del imperativo categórico: Para saber si un mandato es una ley moral, habría que comprobar si podría estar vigente en un “Estado de seres racionales que se trataran entre sí como fines y no como medios”.

La filosofía moral kantiana, alcanza un valor universal al situar a la persona humana como fin, potenciando su libertad, requisito imprescindible de la conducta moral, y en la buena voluntad, que han de poner las bases de un Estado racional y justo que permita el progreso de la humanidad.



CRITICA DEL JUICIO

La Crítica del juicio está dividida en dos secciones, aquella que se ocupa de la estética y aquella que se ocupa de la teleología.

En la primera parte- en general la más estudiada de la obra- Kant inicia los primeros esbozos de un sistema estético que posteriormente influenciaría fuertemente al romanticismo alemán. El inicio de la obra hace referencia al deseo de Kant por concluir su obra filosófica ocupándose del último de los ámbitos de interés: si el entendimiento fue analizado en la primera crítica, la moral y el deber en la segunda, queda finalmente en esta tercera obra hacer referencia al juicio estético, el arte y el gusto.Para Kant, la complacencia que determina al juicio de gusto es sin interés alguno. Dicho de otra manera, el juicio estético no puede depender de un interés ajeno a la propia contemplación del objeto. De esta manera, se crea una diferenciación entre lo bello y lo bueno, cuya unidad o por lo menos correspondencia se identifica en las filosofías trascendentales clásicas como las de Platón o Santo Tomás: de tal modo, según Kant lo bello no hace referencia a un fin determinado, sino es un fin netamente formal, una conformidad a fin sin fin, independiente de la respresentación de lo bueno, añadiendo además, que el juicio estético no aporta conocimiento del objeto, y eso ocurre mediante el juicio lógico, del entendimiento según analizado en la Crítica de la razón pura. El juicio estético reposa de tal manera en fundamentos a priori, y un juicio tal es puro solamente en la medida en que ninguna complacencia meramente empírica se mezcle al fundamento de la determinación del mismo.

Kant determina tres tipos de complacencias: la de lo agradable, que es aquel tipo de obra que simplemente deleita, la de lo bueno, que es estimado bajo valor objetivo con atributos ajenos al juicio desinteresado, y lo bello como aquello que place. Sólo lo bello entra en el ámbito del auténtico juicio estético, pues es una complacencia desinteresada y libre, sin reposar en interés alguno, ni el de los sentidos, ni el de la razón, ni el de la fuerza de aprobación. En referencia a lo bello, Kant desarrolla y advierte en torno a peligros y confusiones. Una vez definido lo agradable como categoría inferior que no debe ser confundida con lo bello, agrega que el atractivo no conforma la belleza, y que debe vigilarse a la hora de emitir un juicio de gusto como separar esencia y perifollo. De tal modo, hay belleza libre y belleza meramente adherente. La segunda, en tanto y que atribuida a un concepto (belleza condicionada) le es atribuida a objetos que están bajo el concepto de un fin particular. Las flores son bellezas libres de la naturaleza. En el enjuiciamiento de una belleza libre el juicio es gusto puro. Pero la belleza de un hombre o de un caballo, o de un edificio, supone un concepto del fin que determina lo que a cosa debe ser, y en consecuencia, es belleza adherente.

Respecto al juicio de gusto, Kant determina que el juicio estético es siempre bajo conceptos subjetivos, es decir, no puede haber ninguna regla objetiva que determine por conceptos lo que fuera bello. Pues todo juicio de partir de esta fuente es estético, es decir, su fundamento de determinación es el sentimiento del sujeto y no un concepto del objeto. Sin embargo, Kant asegura que poseemos una idea de lo bello, un modelo arquetípico según el cual juzgamos, si bien ese concepto depende por entero de nosotros, y se admite que los modelos arquetípicos varían según el lugar, el tiempo y la cultura.

Con referencia a la comunicabilidad del juicio estético, Kant asegura que esta idea se basa en la existencia de un sentido común. Sólo bajo el supuesto de que haya un sentido común (por tal no entendemos, empero, un sentido externo, sino el efecto que proviene del libre juego de nuestras fuerzas cognoscitivas), sólo bajo la suposición, digo, de un tal sentido común, puede ser emitido el juicio de gusto. Existe un sentido común en tanto y que los juicios son comunicables. Hay una necesidad del asentimiento universal que es concebido en un juicio de gusto que es necesidad subjetiva, que es representada como objetiva bajo la suposición de un sentido común. Ponemos nuestro sentimiento como fundamento al calificar a algo como bello, pero no como sentimiento privado sino común. En torno a las definiciones de lo bello, Kant deduce cuatro momentos, que vienen a resumir lo expuesto arriba. Estos son:

Definición de lo bello deducida del primer momento: Gusto es la facultad de juzgar un objeto o un modo de respresentación por una complacencia o displacencia sin interés alguno. El objeto de tal complacencia se llama bello.

Definición deducida del segundo momento: Bello es lo que place universalmente sin concepto. Un juicio estético cuando es referido a lo bello (no a lo agradable) tiene como objetivo una cierta universalidad.

Definición de lo bello deducida del tercer momento: Belleza es forma de la conformidad a fin de un objeto, en la medida en que sea percibida esta en éste se sin la representación de un fin.

Definición de lo bello deducida del cuarto momento: Bello es lo que es conocido sin concepto como objeto de una complacencia necesaria.

Lo sublime

"Monje frente al mar" de Caspar Friedrich

Una de las definiciones más innovadoras e interesantes de la Crítica del juicio es aquella que gira en torno al concepto de lo sublime, como contraposición a lo bello, pero entrando todavía dentro de la experiencia estética. Lo sublime se convertiría posteriormente en uno de los conceptos que más interesaron a los románticos alemanes, volviéndose por ejemplo un tema recurrente en la pintura de Caspar David Friedrich, que representa este concepto con fidelidad en su obra "Monje frente al mar".

Lo sublime es una experiencia estética que sobrepasa al espectador causándole una sensación de displacer, y puede darse únicamente en la naturaleza, ante la contemplación acongojante de algo cuya mesura sobrepasa nuestras capacidades. La magnitud de lo sublime es igual sólo a si misma, es absolutamente grande, no grande según comparación. No debe creerse, sin embargo, que lo sublime pertenece como atributo a cosas de la naturaleza, sino como algo que está contenido en el espíritu: nada objeto de los sentidos es sublime considerado en plano tal, mas en nuestra imaginación existe la tendencia de progresión hacia lo infinito. Sublime es aquello cuyo solo pensamiento da prueba de una facultad del ánimo que excede toda medida de los sentidos, la naturaleza en aquellos de sus fenómenos cuya intuición conlleva la idea de su infinitud: no se trata de una medida matemática, sino de una medida estética.

Así como lo bello debe ser puro sin sentido teleológico, lo sublime no puede hallarse en lo que tiene un fin determinado, sino en la naturaleza bruta.

"El sentimiento de lo sublime es, pues, un sentimiento de displacer debido a la inadecuación de la imaginación en la estimación estética de mangitudes respecto a la estimación por la razón, y a la vez un placer despertado con tal ocasión precisamente por la concordancia de este juicio sobre la inadecuación de la más grande potencia sensible con ideas de la razón, en la medida en que el esfuerzo dirigido hacia éstas es, empero, ley para nosotros."

Así, lo bello es una tranquila contemplación, un acto reposado, mientras que la experiencia de lo sublime agita y mueve el espíritu, causa temor, pues sus experiencias nacen de aquello que es temible, y se convierte en sublime a partir de la inadecuación de nuestras ideas con nuestra experiencia. De tal manera, para sentir lo sublime, a diferencia de para sentir lo bello, es menester la existencia de una cierta cultura: el hombre rudo, dice Kant, ve atemorizante lo que para el culto es sublime. El poderío de esta experiencia estética invoca nuestra fuerza, y la naturaleza es sublime porque eleva la imaginación a la presentación de los casos en que el ánimo puede hacer para sí mismo sensible la propia sublimidad de su destinación, aún por sobre la naturaleza. De tal modo, Kant interpreta la naturaleza como fuerza, y en ella está lo sublime: "rocas audazmente colgadas y, por decirlo así, amenazadoras, nubes de tormenta que se amontonan en el cielo y se adelantan con rayos y con truenos, volcanes en todo su poder devastador, huracanes que van dejando tras de si desolación, el océano sin límites rugiendo de ira, una cascada profunda en un río poderoso, etc, reducen nuestra facultad de resistir a una insignificante pequeñez, comparada con su fuerza. (...) llamamos gustosos sublimes a esos objetos porque elevan las facultades del alma por encima de su término medio ordinario".

El genio

Kant introduce dentro de su tercera crítica un concepto que será posteriormente una de las vértebras de la teoría estética romántica desarrollada a posteriori por filósofos como Schiller, que definió genio como "lo incomprensible que añade lo objetivo a lo consciente sin intervención de la libertad y en cierto modo en contra, pues en ella se escapa eternamente lo que está unido en esa producción". La definición del genio según Kant se aleja bastante de esta concepción casi mística del don espontáneo de la naturaleza. Para Kant el genio es capacidad espiritual innata mediante la cual la naturaleza da regla al arte. Así se toca la creación artística en manos del genio como un movimiento libre orientado a la explotación de este talento natural, que no está dotado de aquella espontaneidad del genio tan típica del romanticismo. Kant define así diversos factores que son conditi sine qua non en torno al arte bello. Aquí se encuentra por ejemplo el factor de la regla o la educación artística: a pesar de Kant reconoce que el conocimiento de la regla y la forma, los procesos mecánicos de la técnica, no son la condición que determina el verdadero arte bello, sí son componentes necesarios para que el genio pueda canalizar sus talentos naturales en la creación artística. Utilizando la metáfora kantiana, es erróneo suponer que el caballo salvaje es más apto para el jinete que el corcel domado. Sin embargo, Kant distingue entre aquel artista que imita al maestro- al genio- y aquel artista que supera la imitación para seguir al genio, aprendiendo de los elementos del maestro pero no limitándose a la copia, sino a la evolución personal sobre las bases de los artistas anteriores.

Entra además aquí el concepto de la “geist” (espíritu) dentro del arte. El juego del espíritu en la obra de arte entra en Kant mediante la imaginación como facultad de conocer productiva. Es mediante esta propiedad que la exposición de ideas estéticas provocan a la reflexión sin poseer concepto alguno. “La naturaleza nos presta materia, nosotros la arreglamos para otra cosa, a saber: para algo distinto que supere a la naturaleza”.

La obra que en todo parece una obra bella y que, sin embargo, no lo es, es precisamente por esta falta de poesía, por la falta del geist. Se vuelve de nuevo a la figura del genio como creador del arte, y a la denuncia- por parte de Kant- del llamado singerie o servilismo (Nachäffung en el original), actitud que consiste no en la evolución, sino en la imitación sistemática del genio, o en caso similar, el llamado amaneramiento, la búsqueda de la mera característica de originalidad para alejarse de otros imitadores, pero que en esencia no sirve como ejemplar para los otros artistas, es decir, posee cualidades meramente superficiales.

¿Qué facultades, constituyen, pues, el genio? Kant cita dos: la imaginación y el entendimiento. La primera la define como facultad de conocer productiva, poderosa en la creación de otra naturaleza sacada de la verdadera que la materia nos da. Mediante la imaginación elevamos experiencias de otro modo con sabor a banal, transformándolas con la ayuda de las ideas de la razón. Así, la imaginación crea ideas, ideas porque están por encima de los límites de la experiencia, y así tratan de acercarse a una exposición de los conceptos de la razón (ideas intelectuales), lo cual les da la apariencia de una verdad objetiva; de otro lado, y porque principalmente, porque ningún concepto puede ser adecuado a ellas como intuiciones internas. De tal modo, en el uso de la imaginación para el conocimiento, a primera está bajo la sujeción del entendimiento y sometida a la limitación de acomodarse a los conceptos del mismo y como, en cambio, en lo estético es libre para, sin buscarlo, proporcionar, por encima de aquella concordancia con los conceptos, una materia no desarrollada y abundante para el entendimiento. El genio posee la facultad del espíritu para "expresar lo inefable en el estado del alma, en una cierta representación, y hacerlo universalmente comunicable".

Kant resume sus ideas en torno al genio según cuatro preceptos:

Primero- Genio es un talento para el arte y no para la ciencia, pues esta última va precedida por reglas conocidas que deben determinar el procedimiento en la misma.

Segundo- Es menester una relación entre imaginación y entendimiento, siendo el segundo aquel que determina el producto como fin, pero siendo la primera clave para la intuición de la representación del concepto.

Tercero- El genio se muestra no tanto en la realización del fin antepuesto en la exposición de un determinado concepto, como más bien en la elocución o expresión de ideas estéticas, que representan la imaginación en toda su libertad sin tutela de reglas, y sin embargo como conforme a fin con un concepto dado.

Cuarto- Que la no buscada finalidad en la fuerza de la imaginación en concordancia con el entendimiento, presupone una proporción y disposición de estas facultades que no puede ser producida por obediencia alguna a reglas, sean estas de la ciencia o de la imitación mecánica, sino solamente por la naturaleza del sujeto.


Lic. Manuel Calle R.

1 comentario:

Daniel Santiago dijo...

El profesor manuel calle.
Un gusto volver a observar su punto de vista acerca de la reflexion de inmanuel Kant.
Le quisiera hacer una pregunta.
Donde puedo conseguir libros o textos acerca de la ciencia metafisica?.
Gracias.